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LOS MILITARES QUE MARCHAN POR LA SENDA DEL HONOR
…a
quienes por mal nombre llaman militares, solo porque se visten como lo que
son, aunque no se cuidan del honor del vestido; y así es que permiten que sea
deshonrado…Y como puede dejar de serlo el hombre que profanando una profesión
protectora de la justicia y de los derechos nacionales; una profesión
introducida sabiamente en la sociedad para contener el crimen como, repito.,
puede dejar de ser detestable impío el que abusando de tan inestimable
deposito, faltando a la confianza publica se erige en ministro del despotismo
e infringe todas las leyes divinas y humanas…con quienes no puede contraríe
para nada noble? Resulta, pues, que privados los pueblos del apoyo de una
justa milicia se ven entregados en manos de déspotas, que mandan sus célebres
asesinos a que maten y destruyan a su arbitrio. Si, lo repito, de estos
cobardes; pues desconocen el valor ordenado, que es el único virtuoso…No
tienen, no, aquel santo valor que constituye a un digno militar como un ángel
de justicia enviado del cielo para conservar sus derechos sobre la tierra,
Aquel valor que no teme la muerte por la justicia, pero si teme darla sin
ella...los únicos militares que en medio de los aplausos de sus
conciudadanos, marchan por la senda del honor hacia el templo de la gloria!
Que pocos militares encontramos hoy día que posean este santo valor! La
obediencia es la primera ley de una buena milicia, pero los déspotas no se
atreverían a dar ordenes inicuas a los militares honrados; y si estos
tuviesen la desgracia de ser compelidos a operar injustamente, nunca irían
mas allá de lo que exige la obediencia y jamás tendrían el bárbaro placer
de agregar nuevas crueldades y mayores injusticias a las intentadas por sus
perversos mandarines. Los pueblos verían en ellos sus hermanos que con dolor
y solo por necesidad los atacaban, más no unos tigres que se aprovechan de la
ocasión de devorar y quisieran no poner término a la mortandad. Un ejército
justo será siempre un consuelo para su pueblo, así como uno inicuo será
siempre su infortunio.
Padre
Félix Varela
Cartas a Elpídio
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